Mi cabello y yo

Mi cabello y yo siempre hemos coexistido en eterna disputa. Nunca crece el muy ladino hasta donde yo quiero. De niña mi amá siempre me cortaba el cabello como vil niño de hospicio y yo soñaba con tener trenzas rojas como las de la Tutis, mi compañerita de primaria. Soñaba con dejar caer en mi espalda mis trenzas grandes, fuertes, relucientes, gordas, con enormes moños del color de la ropa. Eiiii, no se burlen, en ese tiempo así se usaba. Pero no, nunca se me hizo ni porque en ese tiempo si existía El Fronterizo. Y tanto fue así el odio entre ambos que en mis tiempos universitarios, en un arranque de valentía teñida de ira, me corté la greña casi al rape, en puros "piquitos" y así anduve feliz durante dos o tres años: nada de peines, secadoras, liguitas, luces, mechas, tintes!! nada!! solo me acompañó fiel, siempre fiel un gel que conseguía en El Paso, olor a frutas, me encantaba por su olor y consistencia, nunca dejaba rastros blancuzcos y el cabello no se veía pegosteado. Pero, oh, naturaleza rebelde que no me deja ser feliz, un día me rebelé y comencé de nuevo la vieja guerra, decidí dejarme crecer el cabello hasta tenerlo tan largo como Daniela Romo (tal era mi locura). Pues bien, en una guerra siempre hay vencidos y vencedores, y en este caso mi oponente es un hueso bastante duro de roer. Tengo años dejandomelo crecer y saben que??? no ha crecido nada!! De inicio, comenzar a dejar atrás los mentados "piquitos" fue una verdadera proeza de la paciencia: crecían todos desiguales y se tenía que estar emparejando el greñero a cada rato. Y así pasó un año, por fin logré pasar la barrera del cuello, y zás! decido hacerme base. Aquí el parecido con Krosty El Payaso era indiscutible. Fue el más desastroso de mis pasos por la peluquería. Cuando había tomado la decisión de alaciarlo, que nada que la cigueña viene en camino. Y por fin nace el bebé, y me alacio la greña, y ahí se estanca por otros años el cabello, me lo vuelvo a cortar (es que me saca de quicio la lentitud) y vuelta a dejarmelo crecer. Y ahora estoy a punto de tomar la decisión de volverlo a cortar, ya no soporto más. Creo que es momento de reconocer que el vencedor es él. No me crece y no me crece y no me crece. Ya basta de soñar con imposibles: nunca tendré esas hermosas trenzas rojas cayendo por mi espalda, bu.



He aquí una muestra de cuando estaba en proceso de crecimiento, luego de los piquitos mentados, no crean que es un peluquín, snif

(próximamente, fotos que atestiguen mi radical cambio de imagen)