Una tarde gris

La tarde era gris. A su edad (11 años) una tarde gris le producía un extraño desasosiego, una extraña melancolía. Se sentó en el porche de su casa en el mismo lugar de siempre, es decir, la esquina derecha donde si se sentaba adecuadamente, la gran planta de su mamá podía taparla y ayudarle a evitar las miradas burlonas de los niños de la cuadra. Abrió el libro en la página 54. Rápidamente devoró 20 páginas pero luego se desconcentró con la llegada de su padre a la casa. La camioneta se estacionó, alcanzó a ver las botas por debajo de la camioneta al bajarse su padre de ella, escuchó las botas en la banqueta y luego el ruido de la puerta cuando entró. Soltó un suspiro leve porque se había librado de su mirada. Luego esperó. Sabía que no tardaría mucho. Pasaron dos minutos a lo sumo, cuando escuchó el grito. Palideció mucho más que cuando lo hizo, pero se pidió a si misma tranquilidad, si lograba librar esta, iba a librarse de todo para siempre. No lo sentía en lo más mínimo, cuando la libertad es el más caro de tus anhelos no importa en realidad lo que tengas que hacer para conseguirla. Pero al escuchar el balazo tembló: eso no lo esperaba pero agradecía la ayuda involuntaria.
Lentamente se levantó, varias moscas intentaban posarse en su cara, desesperada manoteaba para quitarselas de encima, su corazón latiendo y el sonido que las moscas hacían no le permitían escuchar lo que pasaba en el interior de su casa.
Caminó lentamente, no se escuchaba nada. Rezó por si misma, pidió a Dios que la ayudara. Continuó caminando, un hilillo de sangre corría por debajo de la puerta y seguía un caminito risueño por la baldosa del porche, hasta llegar a la tierra del jardín. Las moscas inmediatamente lo invadieron. Y entonces se oscureció más. Sintió algo salado cayendo en su boca e involuntariamente soltó un gritito, luego entendió que eran sus propias lágrimas. Abrió la puerta de madera y el chirrido que solía hacer al abrirse ahora fué un poco más fuerte. Cuando entró a la casa los pájaritos del amor empezaron a piar a pesar de estar cubiertos por la sábana que les ponían por la noche. Le dió un manotazo a la jaula e inmediatamente se callaron. No en vano habían sido torturados muchas veces por ella como para no entender lo que quería. Dió dos pasos más y encontró el cuerpo sin vida de su padre, un balazo en la sien izquierda adornaba su rostro. Soltó una carcajada histérica. Su mamá parecía sonreírle desde la cama donde yacía abrazada del que fuera su amante. En verdad que ese veneno había surtido efecto de una forma admirable. Ni parecía que estuviera muerta, y el hombre? bueno, había batallado un poco para acomodarlo de tal forma que pareciera que le estaba dando un beso en el cuello a su madre, buena posición porque de esa forma podía esconder el ojo que en un arranque de furia le había tenido que arrancar.
Ahora solo falta Laurita, la pobre bebé que dormía aletargada por una pequeña dosis de valeriana que ella le había suministrado antes. Suspiró de nuevo porque en verdad qe ese libro le interesaba y quería terminarlo cuanto antes, pero bueno, mamá siempre decía que para poder disfrutar de momentos de ocio se tenía que hacer el trabajo primero.
Se dirigió lentamente a la récamara que compartía con su hermana de 6 meses de edad. Bueno, realmente no era su hermana, era su media hermana lo cual creía ella que aminoraba un poco la culpa, aunque mamá también decía siempre que hermanos de la misma madre y de diferente padre eran hermanos 100% y que hermanos del mismo padre pero diferente madre eran medios hermanos, quesque porque la que cuenta es la mamá y quien sabe que bufanadas más. Hacía mucho que había dejado de creer lo que mamá decía.
Contempló a la bebé que parecía dormir tranquilamente y solo un poco de curiosidad le hizo tocar su mejilla calientita, en verdad que no podía sentir nada por ella, suponía que a un hermano se le debería de querer sin mayor explicación pero esta niña no le producía absolutamente nada. Bueno, a veces exasperación cuando lloraba. Se tenía que deshacer de ella también solo porque no quería cargar con nadie en su nueva vida.
Preparó una tetera con leche y veneno y se sentó un ratito en la mecedora. Se quedó viendo por la ventana esperando que se acabara pronto esa tarde gris, tan extrañanamente triste, tan extrañamente melancólica.