De mentiras insondables

Mi má siempre me ha querido más que nadie en el mundo. Es obvio, verdad? es mi mamá. Aunque sé que muchos no cuentan con esta suerte, por ello me siento agradecida de tanto amor que me prodiga. A veces me he sentido poco merecedora de tanto cariño y de su lealtad a prueba de fuego. Cierto que al caminar por la vida al lado de ella he tenido muchos sinsabores y desdichas, pero su voluntad férrea, su entrega, su compromiso, su sentido de la justicia me han formado en cierta forma para ser lo que soy, aunque aclaro, soy una mala versión de ella. Siempre me he sentido parte de ella porque desde que tengo uso de razón e me ha dicho que solo le pertenezco a ella, a nadie más. Y así me siento yo. Propiedad de ella y para ella. Perdí mucho tiempo sin mi má porque me dediqué a sufrir por algo que no es mío, nunca lo fué y nunca lo será, y de lo que ya no me interesa que me pertenezca. Así es mejor. Y sé que no debemos tener propiedades, pero ahora entiendo porque siempre he tenido ese sentido de pertenencia: porque yo siempre he pertenecido.
He faltado tanto a mi mamá que es hora de que me reinvindique, de que la quiera y se lo demuestre, que sepa que no tengo ningún sentimiento negativo sobre lo que me tocó vivir a su lado porque lo viví con ella y que todo lo hizo porque de esa forma era lo mejor para todos, la mayor parte de las veces sacrificando su propio bienestar por mí, por la gente que quiere. Mi má es de una sola pieza, te quiere para toda la vida, o no te quiere nunca. O si cometiste el desatino de equivocarte, te quiere y te perdona pero tal vez nunca olvida. Esta última regla aplica para las personas que algún día por algún motivo lastiman a sus hijas. Y me duele su lealtad para cierta parte de mi vida porque piensa que solo cosas buenas he recibido, que no me han hecho sufrir, que no he llorado largas noches, largos días, largas horas, me duele tener que mentir, esconder, para no hacerle daño a ella y a mí. Algún día tal vez le cuente y seguramente me va a recriminar no haberle dicho, no haber buscado su consuelo, su fortaleza, con las cuales estoy segura hubiera podido resarcirme, levantarme sin voltear atrás. Pero no lo hice porque como digo, soy una mala copia de ella, nunca seré tan fuerte como ella que esperó por horas en su carro en la autopista al que fué su verdadero amor, y al darse por enterada que nunca llegaría, prendió su carro, se puso sus lentes, lloró la última lágrima que se iba a permitir por él y recorrió el camino de regreso a casa, a su hija, a una nueva vida en la que no tendría cabida de nuevo el amor. Y nunca más lo volvió a ver, a buscarlo, a reintentarlo. Es un buen ejemplo que nunca pude seguir.
La vida sigue su curso, y es cuando me doy cuenta que a veces las mentiras no deberían llamarse así, deberían tener otro nombre, otra descripción, a veces es solo que duele tanto lo que te pasa que hay un dique en tu corazón que lo aprisiona y no permite que se puedan formar las palabras que te conecten con la gente que te quiere y te permitan encontrar consuelo en su mirada, en su amor.
Claro, hay mentiras burdas, que merecen ser llamadas así, mentiras, o tal vez deberíamos buscar un nuevo nombre, algo que señale para siempre, que marque esa mala acción que alguien en su propia búsqueda decidió perpetrar contra tí sin importarle las graves consecuencias que eso pudiera tener en tu vida, en la de esa persona.
Y hay mentiras tontas, con las cuales solo tratamos de proteger a los pequeños niños que todos somos dentro de nosotros mismos. La palabra mentira es muy dura para este tipo de mentiras, no creen?
Yo he confundido toda mi vida los tipos de mentiras, y he perdonado muchas creyendo que son de las mentiras tontas y con el tiempo voy ajustando y las ubico en el lugar que merecen y son de las mentiras burdas, quizás algún día adquiera la facultad para clasificar en justa medida y sobre todo, ha enfrentarme con la verdad y atacar la mentira de frente.

Mentiras insondables vs Verdades dolorosas.

Que vida tan extraña, no creen?