Ayer la ví, fue casualidad...

Entré a esa tienda esperando encontrar lo que buscaba. Mi intención nunca fue toparme con ella de frente. Creí que a dos años de distancia ya era un caso cerrado. Durante un año la vida se me fue deseando encuentros imprevistos, buscando su cara entre el mar de gente, procuraba estar en circulación constante, hoy aquí, mañana allá. Siempre esperando reconocer su cara entre la multitud y en un año, por extraño que parezca y sobre todo porque vivo en este rancho, nunca la ví. Eso sí, varias veces me llevé sustos de muerte cuando la confundí con otras. De pronto veía una cabellera larga y negra y comenzaba a temblar, luego veía un perfil chato y la temblorina de nuevo. Nunca me pude acostumbrar al sentimiento de alivio y desilusión que sentía cuando comprobaba que no era ella. Y el añ siguiente terminé por acostumbrarme a su ausencia.Y entonces ayer, sin previo aviso, me topé de frente con ella. La reconocí al instante porque ella misma se delató: un ligero temblor de labios, sus ojos llenos de lágrimas repentinas tratando de esconder su mirada ansiosa y temerosa. Caminé entre los pasillos de la tienda haciendo como que veía con cuidado los productos en venta pero en realidad acechaba a mi presa, quería hacer contacto visual permanente para que leyera en mis ojos la pregunta eterna: Porqué?. Ella caminaba con su usual quiebre de caderas pero yo sabía, podía adivinar en un ligero apresuramiento de sus pequeños pies que estaba tan nerviosa como yo. La ví poco porque tampoco podía ser tan insistente en medio de la gente, iban a notar que algo andaba mal. Mientras tanto, ella platicaba con su acompañante en susurros, tal vez le contaba a grandes rasgos la historia que nos unía. Creo que cuando me vió a los ojos ella me hizo una pregunta con sus ojos, creo que era su pregunta eterna pero no le pude entender. Me fuí, ya no podía hacer más tiempo, el dependiente me preguntaba que más quería comprar y ya no encontré que otra cosa comprar. Maldije entre dientes porque no llevaba más dinero. Cuando salí dirigí una última mirada hacia ella y ví como el color volvía poco a poco a su rostro pálido. Así fue como la ví, por fin, luego de dos años. Mi pregunta no quedó contestada, sigue quedando en el aire. Mi esposo, sin saber nada, me esperaba en la camioneta. Nuestros dos hijos ajenos tambien a lo que me pasaba me gritaron que querían comprar nieve antes de llegar a casa. Respiré profundamente y me subí a la camioneta: ok, dale para la Trevly, le dije a mi esposo-. El me sonrió cariñosamente y dijo: lo que diga la jefa.
Allá en la tienda se quedó ella, la que un día fue el sueño de mi esposo y por quien estuvimos a punto de destruir nuestra familia.
Allá atrás se quedó una parte importante de mi historia personal, la que día a día se entreteje con las historias de muchas personas más aunque eso es algo que yo no decida.
Espero que ahora sí sea un caso cerrado.